Posponer, atrasar, diferir, mover, dejar para luego, entretenerse, dilatar un proceso, distraerse y muchos otras expresiones funcionan para describir el arte de la procrastinación, una tarea que nuestros sentidos se esmeran en realizar y que logran llevar a cabo sin que el cerebro muchas veces sea conciente de ello.
Al revisar el concepto de este término, se entiende que se trata de posponer una actividad en pos de otra, es decir, dejar lo que estabas haciendo y ponerte a hacer otra cosa sin haber terminado la primera. Esto a veces nos sucede porque mientras escribimos un trabajo puede que nos acordemos de otra tarea o se nos venga a la mente una muy buena idea sobre otro tema, entonces abandonamos lo primero y nos dedicamos a explorar este nuevo camino que se nos ha abierto.
Así, una persona que suele procrastinar constantemente puede llegar a acumular varias actividades inacabadas y ser muy contraproducente en las labores que realiza. Incluso hay quienes no dejan de procrastinar tarea sobre tarea, lo que termina por volverse un dolor de cabeza. Ahora, ¿cómo se puede evitar esto?
Cuando intentamos superponer actividades, pensemos que el detalle está en querer hacerlo todo de una vez, mientras que bien podríamos anotar y desarrollar una estrategia de desarrollo paulatino para que ni perdamos las ideas que nos ocurren de momento, pero que tampoco pausemos y generemos tráfico de actividades pendientes.
¿Multitasking o procrastinación?
Hay quienes mantienen la teoría de que la generación constante de tareas por emprender es sinónimo de alguien proactivo y multitasking, aunque existe también la lectura de que al procrastinar regularmente se almacenan tareas sin parar, donde muchas no son terminadas y otras quedan a medio camino.
Sobre este enfoque, otra recomendación podría ser que se llegue hasta cierto porcentaje de finalización en cada tarea que se realice. Por ejemplo, antes de pasar a una nueva asignación, primero debes tener lista una primera versión del reporte que debes entregar o haber hecho la presentación completa, dejando solo la revisión para después.
Time off
Los tiempos en los que se cambia de tarea pueden ser comprendidos como de descanso mental, de aclaración para poder luego revisar el trabajo o los apuntes de una sesión de estudio con más detenimiento. De esta forma, creemos que no todo puede llevarse a cabo y de manera finita en una sola sesión, dado que para determinadas actividades sugerimos sean aplicados dos o más espacios, por ejemplo: para realizar un taller investigativo primero debe tenerse una sesión de recopilación de información, luego vendrían una de lectura y análisis y otra de redacción, para finalizar con una de verificación y ajustes sobre el texto antes de imprimirlo para entregar.
De esta forma, entre fase y fase pueden realizarse otras actividades, ahondar en otras cosas y desarrollar aquellas que habíamos anotado para no detener lo que hacíamos inicialmente. Estos espacios digamos que son controlados, planeados y llevados a cabo con cierta estrategia de disposición de tiempo.
Conocete a vos mismo
Saber qué cantidad podés manejar (respecto a actividades a realizar) es el mejor camino para ponerte límites que marquen pauta sobre tu cronograma diario y sobre las ideas que podés o no desarrollar. Así, no solo no tendrás que esperar a que las nuevas ideas vengan, ni forzarlas a venir, sino que estarás preparado para lo que se venga.
Quizá lo más importante sobre cómo evitar la procrastinación es tener también una lista de prioridades bien establecida, donde se plasmen cuáles son las cosas que tienen una urgencia mayor y cuáles pueden esperar. Una vez hagas esto tendrás una ruta definida y si sale alguna otra en el camino, es solo cuestión de que la ubiques en un lugar de la lista y ya está, has mantenido el orden en tu mundo.
¿Conoces alguna otra práctica que te haya funcionado para evitar procrastinar? Cuéntanos un poco más en los comentarios o en las redes sociales con el hashtag #BlogVidaU.